Hace unos días, le comentaba a mi amigo y promo Walter Zegarra, una conversación que hace unos años tuve con mi amigo Juvenal, filósofo de profesión, sobre los candidatos a cargos públicos. En este caso hablaremos de los candidatos a la Presidencia de nuestra República.
Cuando un candidato a la Presidencia de nuestra República, llega a Palacio elegido como nuestro Primer Mandatario, puede tener muchos ánimos de arrasar con todo lo malo que tiene nuestro Estado, nuestro sistema de gobierno, pero se encuentra en una disyuntiva: 1. Ataco la corrupción incrustada en la infraestructura de nuestra sociedad y nuestro sistema de gobierno del Estado, o 2. Simplemente, me uno a la corriente, busco mi zona de confort y las cosas siguen en status quo.
Está probado que los países más desarrollados, en forma integral, son los que tienen instituciones públicas, instituciones que manejan sus sistemas de gobierno, más sólidas, fuertes, independientes, con principios, valores. Entonces, los que tenemos que cambiar somos nosotros como ciudadanos, recobrando los principios y valores que nos lleven a elegir como Presidente de nuestro país a un personaje realmente probo, intachable, e igualmente, a excelentes funcionarios para todas las demás instituciones públicas, del mismo modo, a alcaldes distritales, provinciales, regionales, regidores, consejeros, etc.
Cuando cambiemos como sociedad, los partidos no van a ir a la farándula a buscar sus cuadros políticos, sino a las instituciones civiles, empresas, universidades, etc, donde haya gente preparada y, lo más importante, que quiera servir a nuestro país.
Como dijo John F. Kennedy:
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