Nota de Redacción: Esto fue escrito a mediados del 2003. Valgan verdades, muchas cosas siguen igual en mi querido Perú.
Que pena que muchas cosas sean verdad, que pena que no seamos capaces de ser honorables . Qué lástima que nuestra realidad sea tan pobre... y siempre se imponga; pero es aun más triste ver un pueblo sin valores, simplemente mediocre ...... en su gran mayoría .
No hay pueblito en el tercer mundo más simpático que éste. Un lugar donde sólo se cuecen habas y chismes calientitos para que sus ciudadanos tengan algo de qué hablar durante el día.
Un Estado de novela mexicana, que espera sentado en una dorada silla de ruedas, el ansiado milagro que le haga andar hacia el progreso.
Una Nación que admira abiertamente la picardía de sus líderes y cosecha los infortunios de sus malas decisiones.
Ricas montañas, hermosas sierras, risueñas playas, así es mi Perú. Mi hermoso terruño es único. Su cultura es la chicha fermentada y su estandarte la informalidad.
Aquí hacemos lo que queremos y si alguien nos lo impide, acudimos al Poder Judicial para que legalice nuestros más oscuros deseos y nos entregue nuestra ansiada acción de amparo.
Por eso, las combis asesinas circulan por donde se les da la gana y las papeletas contra estas se convierten en papelones, porque nunca se hacen efectivas.
Por eso, los locales nocturnos trabajan en medio de precarias condiciones, esperando algún pequeño percance, de por lo menos 30 muertos, para comprobar las deficiencias de sus sistemas de seguridad.
Por eso, hasta los amigos de "El Doc" alistan sus pedidos de Hábeas Corpus para no sentirse desamparados ahora que la libertad les es angosta y ajena.
En mi querida patria, la viveza es madre de todos los vicios. Es un legado histórico y patrimonio de todos los peruanos, sindiscriminación de raza, credo, color o billeteras.
Acá, todos pirateamos cable, falsificamos documentos y sobornamos a jueces y policías.
Evadimos impuestos, nos pasamos la luz roja, evitamos las colas con un tarjetazo y nos cagamos de risa del tonto que las hace.
Nos enfurecemos cuando nos asaltan, pero disfrutamos cuando compramos en Las Malvinas, porque allí lo robado es más barato.
En este país, el rico y el pobre, el cholo y el gringo, el pituco y el huachafo son iguales bajo el sol y la sombra.
Por eso admiramos a Alan García, maestro de maestros, primero en las encuestas de opinión y casi seguro Presidente de la República en el 2006.
Ya no nos interesa los bancos, mutuales, cooperativas y empresas que hizo quebrar, ni los actos de corrupción que se registraron en su gobierno. Lo que vale es su verbo florido, sus petulantes poses, su mirada maligna y su conchudez política súper ultra extrema.
Por eso rezamos para que Alberto Fujimori, el samurai fugitivo, regrese a Perú para que nos salve de la recesión y el caos económico que él mismo creó. Ya se oyen los coros de la salvación: ¡con el chino estábamos mejor!, porque no había cholo que nos joda. "Y pensar que la pasábamos tan bien sin fiscalización, ni control".
El Palacio de Justicia era nuestro y éramos amigos de los amigos de El Doc", habrá exclamado más de un indignado ninja acriollado. Somos vivos, seámoslo siempre.
No se olvide que mi país está lleno de ciudadanos de gran coraje, peleles en dictaduras, pero rebeldes en democracias. De valientes, como los miembros de las barras bravas, de osados, como las pandillas juveniles, y hasta de ladrones de película, como Django, la otra cara.
Nos gusta el chisme barato y los pormenores de la vida ajena, para darle un toque de sentido a las nuestras. Llegar al almuerzo sin material para rajar, es horrible. Por eso veneramos a Magaly Medina y a Laura Bozzo, santas e intocables patronas de la televisión virginal. También cantamos con Ricky Martin para dejar atrás el pasado y bailamos la Asereje para abandonar el presente.
No nos interesa mejorar nuestro entorno, ni la política, pero seguimos paso a paso las telenovelas enlatadas para seguir creyendo que nuestros problemas se resolverán con un milagro.
Y para tener siempre en alto nuestro fútbol nacional, nunca nos perdemos los manidos goles de Cubillas, Cachito y Casareto.
Esta es mi tierra, así es mi Perú. Todos dicen que la aman, pero nadie la respeta. Todos están orgullosos de ella, y sin embargo nadie la honra.
No hacemos nada por salvarla y todos los días despertamos listos para seguir acabando con ella.
Pero allí nos ve el 28 de julio con nuestra escarapela rojiblanca en el pecho y falso patriotismo.
El 29 compramos Inca Kola, nuestra bebida de sabor nacional, y comemos cebiche en casa de los amigos. Sacamos las cervezas para festejar hasta el amanecer y el CD de Eva Ayllón para gritar como nunca estoy enamorado de mi país. Y el 30, ¡que siga la jarana! Haz algo por tu país hoy!
(Fuente: NN)
Que pena que muchas cosas sean verdad, que pena que no seamos capaces de ser honorables . Qué lástima que nuestra realidad sea tan pobre... y siempre se imponga; pero es aun más triste ver un pueblo sin valores, simplemente mediocre ...... en su gran mayoría .
No hay pueblito en el tercer mundo más simpático que éste. Un lugar donde sólo se cuecen habas y chismes calientitos para que sus ciudadanos tengan algo de qué hablar durante el día.
Un Estado de novela mexicana, que espera sentado en una dorada silla de ruedas, el ansiado milagro que le haga andar hacia el progreso.
Una Nación que admira abiertamente la picardía de sus líderes y cosecha los infortunios de sus malas decisiones.
Ricas montañas, hermosas sierras, risueñas playas, así es mi Perú. Mi hermoso terruño es único. Su cultura es la chicha fermentada y su estandarte la informalidad.
Aquí hacemos lo que queremos y si alguien nos lo impide, acudimos al Poder Judicial para que legalice nuestros más oscuros deseos y nos entregue nuestra ansiada acción de amparo.
Por eso, las combis asesinas circulan por donde se les da la gana y las papeletas contra estas se convierten en papelones, porque nunca se hacen efectivas.
Por eso, los locales nocturnos trabajan en medio de precarias condiciones, esperando algún pequeño percance, de por lo menos 30 muertos, para comprobar las deficiencias de sus sistemas de seguridad.
Por eso, hasta los amigos de "El Doc" alistan sus pedidos de Hábeas Corpus para no sentirse desamparados ahora que la libertad les es angosta y ajena.
En mi querida patria, la viveza es madre de todos los vicios. Es un legado histórico y patrimonio de todos los peruanos, sindiscriminación de raza, credo, color o billeteras.
Acá, todos pirateamos cable, falsificamos documentos y sobornamos a jueces y policías.
Evadimos impuestos, nos pasamos la luz roja, evitamos las colas con un tarjetazo y nos cagamos de risa del tonto que las hace.
Nos enfurecemos cuando nos asaltan, pero disfrutamos cuando compramos en Las Malvinas, porque allí lo robado es más barato.
En este país, el rico y el pobre, el cholo y el gringo, el pituco y el huachafo son iguales bajo el sol y la sombra.
Por eso admiramos a Alan García, maestro de maestros, primero en las encuestas de opinión y casi seguro Presidente de la República en el 2006.
Ya no nos interesa los bancos, mutuales, cooperativas y empresas que hizo quebrar, ni los actos de corrupción que se registraron en su gobierno. Lo que vale es su verbo florido, sus petulantes poses, su mirada maligna y su conchudez política súper ultra extrema.
Por eso rezamos para que Alberto Fujimori, el samurai fugitivo, regrese a Perú para que nos salve de la recesión y el caos económico que él mismo creó. Ya se oyen los coros de la salvación: ¡con el chino estábamos mejor!, porque no había cholo que nos joda. "Y pensar que la pasábamos tan bien sin fiscalización, ni control".
El Palacio de Justicia era nuestro y éramos amigos de los amigos de El Doc", habrá exclamado más de un indignado ninja acriollado. Somos vivos, seámoslo siempre.
No se olvide que mi país está lleno de ciudadanos de gran coraje, peleles en dictaduras, pero rebeldes en democracias. De valientes, como los miembros de las barras bravas, de osados, como las pandillas juveniles, y hasta de ladrones de película, como Django, la otra cara.
Nos gusta el chisme barato y los pormenores de la vida ajena, para darle un toque de sentido a las nuestras. Llegar al almuerzo sin material para rajar, es horrible. Por eso veneramos a Magaly Medina y a Laura Bozzo, santas e intocables patronas de la televisión virginal. También cantamos con Ricky Martin para dejar atrás el pasado y bailamos la Asereje para abandonar el presente.
No nos interesa mejorar nuestro entorno, ni la política, pero seguimos paso a paso las telenovelas enlatadas para seguir creyendo que nuestros problemas se resolverán con un milagro.
Y para tener siempre en alto nuestro fútbol nacional, nunca nos perdemos los manidos goles de Cubillas, Cachito y Casareto.
Esta es mi tierra, así es mi Perú. Todos dicen que la aman, pero nadie la respeta. Todos están orgullosos de ella, y sin embargo nadie la honra.
No hacemos nada por salvarla y todos los días despertamos listos para seguir acabando con ella.
Pero allí nos ve el 28 de julio con nuestra escarapela rojiblanca en el pecho y falso patriotismo.
El 29 compramos Inca Kola, nuestra bebida de sabor nacional, y comemos cebiche en casa de los amigos. Sacamos las cervezas para festejar hasta el amanecer y el CD de Eva Ayllón para gritar como nunca estoy enamorado de mi país. Y el 30, ¡que siga la jarana! Haz algo por tu país hoy!
(Fuente: NN)
Comentarios
Publicar un comentario