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UNA EXPOSICIÓN CLARA DE COMO SE GENERARON LAS HACIENDAS Y LAS FORTUNAS INMOBILIARIAS EN LIMA.

UNA EXPOSICIÓN CLARA DE COMO SE GENERARON LAS HACIENDAS Y LAS FORTUNAS INMOBILIARIAS EN LIMA.

Por Jorge Loayza.

El amarillento aviso en las páginas de sociales de la revista Variedades de 1916 huele más a perfume francés que a papel apolillado: “El moderno barrio aristocrático”. Un mapa de la recientemente urbanizada zona que hoy es parte de Miraflores indica la calle hasta donde debería llegar la nueva sangre azul de principios del siglo pasado. Al pie del aviso se anuncia a los vecinos de linaje que ya habían comprado su terreno en la zona, entre ellos el ingeniero César Bentín y Aurelio Miró Quesada. Vendedor autorizado de los lotes: Tomás Marsano.

Esta es mi tierra
Cuando Francisco Pizarro y sus huestes llegaron para repartirse Lima como una inmensa torta de tierra lo tuvo que hacer entre 80 de sus primeros compañeros y con las leyes de indias en mano.
Un terreno en la ciudad, que más o menos comprendía un cuarto de manzana –2,500 metros cuadrados–, y otro en el campo. Hizo lo mismo con los conquistadores que llegaron después a reclamar su lotecito. Al final, 214 hectáreas terminaron dividas en 117 manzanas.
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A la iglesia católica también le tocó su tajada: parte del actual Miraflores fue entregado al convento de La Merced, San Isidro a los dominicos, y la hacienda San Juan a los jesuitas. Después, estos conventos cedieron sus tierras a particulares en calidad de enfiteusis (modalidad de arrendamiento momentáneo o a perpetuidad).
Sin embargo, pasaron muchos años para que algunas familias fueran constituyendo importantes haciendas en lo que hoy es Lima. Compras y ventas entre distinguidos limeños fueron parte de ese proceso. “Había dos motivos para dejar una hacienda: si la familia caía en quiebra o se iba a vivir a Europa”, cuenta el arquitecto Juan Günther.
La historiadora Ileana Vegas, quien realizó un estudio sobre las propiedades de Lima en el siglo XVIII, cuenta que en esa época ya habían 223 haciendas en los cinco valles de Lima. Algunas tierras llevaban el apellido de sus dueños, como la hacienda Orrantia, de Josefa Orrantía; y Matute, perteneciente a Pablo Matute.
En 1839, José María de Córdova y Urrutia publicó La estadística histórica y geográfica de Lima. El número de propiedades no había cambiado mucho con relación al siglo anterior. En el distrito de Bellavista se encontraban 23 haciendas dentro de las cuales estaban Maranga, Pando y Mirones. El distrito de Miraflores –que pertenecía al valle de Huatica– se ubicaba San Isidro, Santa Beatriz y Lince.
“En esa época no había grandes acumulaciones de tierras porque tener una hacienda era sinónimo de estatus social”, explica la historiadora Vegas.

La plaza Italia
El panorama de Lima fue cambiando a fines del siglo XVIII, cuando los inmigrantes italianos comenzaron a tener fortunas. En 1876 se contaban más de 7 mil italianos en el Perú. Informes oficiales señalan que los italianos que estaban en el Perú destacaban por ser los más ricos que sus compatriotas que estaban en otros países. Las crónicas cuentan que el italiano promedio que llegaba a nuestro país abría una pequeña tienda (conocía como pulpería) y luego iniciaba un negocio mayor.
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Esa colonia llegó a tener tanto poder económico que en 1889 fundó el Banco Italiano, después este se transformó en el actual Banco de Crédito. Para ese año varias haciendas de Lima ya estaban en propiedad de inmigrantes italianos. En el libro “La huella italiana en el Perú”, de Manuel Zanutelli, se indica que en 1880 la hacienda Chacarilla del Estanque de Surco era administrada por Giácomo y Nicola Orezzoli. En tanto, en 1906, Giovanni Raviña y Luigi Cúneo eran locatarios de la hacienda Villa de Chorrillos.
Unos años antes –1899–, las haciendas del valle de Carabayllo, Chacra Cerro y Constancia eran trabajadas por Giuseppe Devescovi, mientras que la familia Canevaro fundó la sociedad agrícola Caudivilla, compuesta por siete haciendas que hoy son parte de los distritos de Carabayllo y Puente Piedra. Pero eso no fue suficiente pues Francisco Talleri poseía la gran hacienda “El Naranjal”, hoy parte de Los Olivos.
La ayuda financiera que comenzó a dar el Banco Italiano a su colonia fue tan importante que cada vez más inmigrantes de ese país lograron adquirir más tierras. En el Callao, Tommaso –o Tomás– Valle, un antiguo pulpero, adquirió en 1902 la hacienda Bocanegra. Años después pasó a manos de Giuseppe Cúneo y Eduardo Bosio.
En otro lado de la ciudad, Ate, Juan Enrique Capurro manejaba la hacienda Capurro y en 1911 se asoció a Toribio Rovegno. En Surco, Olivo Chiarella trabajaba los fundos Portocarrero y La Perales. Así continúa la lista de propiedades limeñas: llena de apellidos italianos.
El sociólogo Giovanni Bonfiglio –estudioso de la colonia italiana en nuestro país– indica que el eslabón comenzaba con el pequeño negocio y culminaba en la construcción o en las propiedades inmuebles, a veces en el negocio de la urbanización. En 1920, 2 mil 500 residentes italianos en Lima poseían 16.5% de las casas de la ciudad.
Entonces se da que desde inicios del siglo pasado algunas propiedades fueron urbanizadas y aparecía otra Lima. Luis Sanguinetti construyó casas en el Paseo Colón, y Felipe Risso también levantó viviendas en Magdalena; entre tanto Roberto Risso –propietario de la hacienda Lobatón– con su hermano Manuel urbanizaron el actual Lince.
Y mientras que en parte de lo que hoy es Miraflores Tomás Marsano –quien también creció bajo la sombra de una pulpería– ofrecía terrenos en el “moderno barrio aristocrático”, en Barrios Altos Isabel Gardella viuda de Carbone y su hijo Juan edificaban viviendas populares en lo que fue la Finca Carbone.
En el libro La huella de Italia en el Perú se relata que Juan Carbone, alcalde de La Victoria en 1920 y 1922, construyó numerosas casas en ese distrito y bautizó los barrios con nombre de italianos. José Olcese –también en las antípodas de Marsano– construía casas “a favor de las clases desacomodadas”. Sin embargo, hubo un hombre de quien se comentaba que era el que tenía más propiedades urbanas en Lima: Nicolás Orezzoli.

Los nuevos dueños de Lima
Si Orezzoli era uno de los que más casas tenía, había otro millonario –quizá el que más dinero poseía en el Perú a inicios del siglo pasado– que se interesó por tierras aún no urbanizadas. Era Eulogio Fernandini, quien tenía minas de oro, plata, cobre y mercurio. Su fortuna era tan grande que se dio el lujo de usar su dinero para ayudar bancos, industrias y hasta al mismo Estado. Y por eso, como muchos italianos ya habían urbanizado sus propiedades, buscó terrenos aún vírgenes para el cemento.
De acuerdo con “Estudio de propiedades en el cono norte”, del historiador Santiago Tacunan, en 1938 Fernandini compró las haciendas Mulería, Comas –gran parte del actual distrito que hoy lleva ese nombre– y Pro –ubicada en el actual Los Olivos–; mientras que Ernesto Nicolini adquirió haciendas en Carabayllo. La hacienda Comas le duró poco más de tres décadas a Fernandini, pues ante la invasión de la pampa que se ubicaba frente a su propiedad –faldas de cerro– tuvo que lotizar su hacienda.
Sin embargo, a mediados del siglo pasado los grupos propietarios de Lima estaban bien consolidados. Lógicamente seguían los italianos. Uno de los lunares era José Carlos de la Riva Agüero y Osma, quien poseía media manzana de la actual cuadra cinco de los jirones Camaná y Jirón de la Unión, así como el fundo Pando; caso excepcional a su muerte –1944–: dejó todo esto a la Universidad Católica.
En la tesis de Estuardo Núñez y Elizeo Guzmán “Los grupos de poder en el sector vivienda”, a inicios de los setenta, se indica que de los 66 propietarios de tierras de Lima, 23 eran de apellido italiano y detentaban en conjunto cerca de 10 mil hectáreas.
Entre los apellidos que hasta hoy se ven en las páginas sociales y que décadas atrás hicieron grandes negocios con sus tierras, están los Raffo, dueños de La Molina Vieja y Limatambo; los Moreyra, en la hacienda San Isidro; y los Brescia, que urbanizaron el actual San Borja. No se puede olvidar a los aristocráticos Wiese, que tuvieron una gran extensión en el hoy bravo Canto Grande, el mismo lugar donde en los setenta quisieron levantar un exclusivo Country Club Canto Grande. De la que se salvaron. Hoy ya habrían pasado a ser feudo de Dina Páucar, Tongo y Abencia Meza, que correría de su zona a cualquier pituquito a punta de balazos.

Concentración de tierras urbanizables en Lima
(Once primeras ubicaciones a inicios de los setenta)
Propietarios Metros cuadrados % total
1] Banco de Crédito            30’371,0009.65
2] Familia Aparicio Gómez 27’382,0008.7
3] Familia Wiese               24’000,0007.62
4] Familia Talleri Barúa    12’111,0003.85
5] Familia Santistevan      12’000,0003.81
6] Valle, Tomás               11’324,0003.59
7] Fernandini Clotet E.     10’480,0003.33
8] Isola, Hnos.                 10’324,0003.28
9] Familia Nicolini            8’970,0002.85
10] Familia Prado             8’950,0002.84
11] Brescia, Fortunado      8’593,0002.73

Cifras
1,000 por ciento aumentaron de precio los terrenos urbanos en Lima desde 1900 a 1914, según estudio de Tizón y Bueno.
40% de las tierras agrícolas urbanizables de Lima, a inicios de los setenta, eran controladas por familias de origen italiano.
40 urbanizadoras existieron en Lima desde 1908 hasta 1925. Entre las primeras figuran La Victoria, el Chirimoyo, la Colmena, Paseo Colón, Av. De la Unión.
Claves
Fuente consultada: “Características del Proceso de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Lima, periodo 1885-1930”. Julio César Ísmodes, especialista en economía urbana.
Fuente: Los grupos de poder en el sector vivienda, tomo I, Universidad Nacional de Ingeniería, 1972. Tesis de Elizeo Guzmán y Estuardo Núñez.

 Nota de Redacción: Publicado con autorización de Luis Miguel Pomareda Velásquez, autor del Blog y Grupo Privado en Facebook: Recordando nuestra historia


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